Aquí les va otra producción de Emila Persola, este es el tercero de (esperamos) muchos más. Como siempre, patrocinado por un gran bojo de comida con su respectivo fresco (gracielas prix!). Cualquier clavo ya saben, es con él directamente, aquí solo publicamos lo que nos dice el patrón (como Wilfredo Navarro).
No se asusten por la foto, es de la vez que Pablo Escobar traficó y vivió en Nicaragua en los 80, protegido por el entonces Gobierno de Nicaragua. Naada que ver con el actual Gobierno de Nicaragua. Recalco … nada que ver.
Les dejo la nota de Emila:
Ideay… ¿Se volvió un cártel el FSLN?
Entre las distancias culturales de las FARC, una guerrilla que nunca alcanzó el poder; y La Familia Michoacana, un cártel que nunca ha pretendido el poder, se ubica el FSLN de la familia Ortega Murillo, heredera de una rancia guerrilla que alcanzó el poder y opera ahora como un cártel.
Veamos: Imaginemos que el FSLN hubiese nacido como un grupo de Autodefensas contra un cártel -el somocismo– que tendría atemorizada a una de esas zonas recónditas del México profundo, donde los desamparados sufren de la indefensión estatal, aquejados aún hoy por la malaria, el analfabetismo, y sus pólizas de seguro médico son sólo plegarias ante la imagen de La Santísima Muerta.
Imaginemos, digamos, que estamos en Michoacán; y por un largo rato entramos a la cámara del documentalista Matthew Heineman; éste va captando como las Altodefensas van haciendo despertar a un pueblo que recupera la confianza, que se empodera de la consigna “El Pueblo Unido…”, y va progresivamente reestableciendo el orden en sus zonas. De más está decir que la cámara también capta juicios populares: Las Audodefensas les pasa “la cuenta” a vecinos señalados de sapos, de sicarios, a hombres desalmados, violadores, extorsionistas, e incluso a padres de familia asociados con quien “mandaba” previamente.
Imaginemos que poco a poco en toda la región van ganando fama las Autodefensas del doctor José Manuel Mireles; y llegaría la algarabía, los abrazos, los tiros de R5 al aire celebrando la expulsión de Los Zetas de sus tierras. Y Mireles, líder de este movimiento, ganaría tanto respeto, que le serían ofrendadas las vírgenes más hermosas de esos pueblos.
Entonces imaginemos que ya reconquistada “la plaza”, la cámara se empieza a subir a “camionetonas” de las Autodefensas, donde se revela una logística inimaginable; habría sistemas de radio, interrogadores empíricos, habría ahora incluso momento para la risa con un armamento tan sofisticado al hombro como el que antes tenía el enemigo.
La cámara no pregunta, pero sí el espectador: ¿De dónde están saliendo estos recursos y la madurez de esta organización?… La cámara sale de la camionetona y entra a un cuarto. Reconocemos que el lente está ansiosamente escondido; vemos sólo una pared blanca pero escuchamos gritos; hay víctimas en este galerón…
Hasta acá el tráiler del documental de Heineman, Cartel Land (2015): un documental que retrataría cómo las causas nobles y justas surgidas desde la conciencia del Pueblo, pueden resultar en montajes colectivos haciéndose pasar por Autodefensas, y en resumidas, sería la vestimenta de un cartel en ascenso con pelaje de cordero.
Entonces lo desconcertante: reflexionar sobre el FSLN convertido en cártel.
Una guerrilla que consiguió el poder político e inspiró en su momento la emancipación colonial/imperialista de todo un continente; y lo hizo sin desprestigiar su causa; no hizo secuestros como las FARS, ni terrorismo como Sendero Luminoso, ni hizo pasadas de cuentas como lo hizo el FMLN con el poeta Dalton. (Miento, el FSLN sí hizo unos cuantos).
También hicieron sus “robaditas” de bancos, normal, -en una de ellas cayó preso Daniel Ortega-, pero esto debe leerse como tretas del débil contra el poderoso, una versión urbana de bandolerismo social.
Así el FSLN llegó al poder, y en la búsqueda de: “¿Y ahora qué?”, convocó a la decisiva reunión conocida como Las 72 horas, desde donde trazaría toda una estrategia de Nación en cooperativismo con otro tiburón blanco, la Unión Soviética.
Se montó por 10 años en ese barco el FSLN hasta hundirse la URSS y perder aquellos las elecciones. Dejada atrás la etapa ideológica, el poder se volvería siempre una tentación y decididos a “mandar desde abajo”, con la esperanza de regresar algún día, apretaron sus botones rojos: tranques, huelgas y destrucción de propiedad pública, lo perfeccionaron; todo lo que fuese organizar asonadas, era era lo necesitado para ser JS; era para entonces más relevante tener guevos que corazón.
Recuperado el poder se consolidaron esas nuevas consignas: “Y para QUÉ mandamos”, “Desturcar a los fresas”, “No seas pendejo, agarrálos”, ó “Pagaremos cualquier PRECIO…”. Estas consignas revelan ya que el imaginario colectivo del joven sandinista hoy solo asocia a la Revolución con la virilidad, el resentimiento social y la corrupción como una forma legítima del éxito; y lo aún más peligroso, representa ahora la única vía para preservarla.
Preservar qué: La Revolución o el Cártel?
Recordemos que un cártel es una organización que delinque primordialmente desde dos bases criminales: contrabando de productos y ofrecimiento de servicios. El primero lo ejecutan sus “traqueros” y lo formalizan los financieros, el segundo es responsabilidad exclusiva de las células criminales, que administran sus servicios y otros rubros desde una economía de la violencia: intimidación, extorción, secuestros, desapariciones, entre otros, combinando todo esto en un engranaje que va desde el sicariato hasta al paramilitarismo.
En Nicaragua, Albanisa es el para-estado que construyó el emporio del Cártel de La Gran Familia Ortega Murillo. Desde una posición privilegiada de poder, el gobierno trasiega con exoneraciones, licitaciones, concesiones, y con las posibilidades que le brinda el control total del Estado y del territorio. Esto le permite crear cooperativismo con concesionarios extranjeros, con el Ejercito y el COSEP, hasta ahora, estos últimos, los dos grandes “mudos” de esta insurrección cívica.
El segundo, su brazo armado, el Gobierno lo ha ejercido desde la naturaleza misma de su organización; ya por muchos años: 1. Se ha “normalizando” el paramilitarismo ejercido entre los miembros de la Policía Nacional y los JS, al tal de ser indistintos; y 2. HOY colaboran juntos deliberadamente en desapariciones de jóvenes estudiantes.
Este modelo extrajudicial es implementado por Maduro en Venezuela, pero lo abyecto de su violencia esta más emparentada con al caso de los 47 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa como el más palpable: Cártel Guerreros Unidos (turbas JS) capturan a normalistas (estudiantes)– y se los entrega a la policía municipal (PN), para que éstos se encargan de desaparecer la amenaza extrajudicialmente.
Hoy por hoy, La Familia Ortega Murillo ha reunido el potencial para liberarse de las normas morales y legales; y está dispuesta a morir con las botas puestas, las botas de guerrilleros o las de narcos. A fin de cuentas, entre la guerrilla de las FARC y los carteles mexicanos hay menos diferencias de las que se piensa. De hecho, hablan mucho, por teléfono, se conocen, ríen juntos; y se mandan cargamentos por el único puente que conocen: Centro América.
PD: Yo aun no entiendo cómo el FMI pedía datos, se le entregaban, y no pedía cuentas de Albanisa en toda esa ecuación. Si se fiscalizan las finanza privadas de una nación, ¿A quién le corresponde hacer la fiscalización pública? Tal vez eso le corresponde al Pueblo.
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