Hace unos días se cumplieron los 34 años del desarme final de la Resistencia Nicaragüense. En el Módulo anterior vimos cómo ese desarme fue (y sigue siendo) uno de los ejemplos más famosos de Cultura de Paz en el mundo moderno. ¡No es cualquier trompudo! 10 años de guerra civil que acaban en unas elecciones donde triunfa la paz. Los nicas estamos orgullosos de esa hazaña y con mucha razón, no es cualquier trompo-udo.
Pero como en la vida de todo frijol que se lo comieron hace 24 horas, ahora viene el asterisco. Esa paz que tanto celebramos y de la que sacamos pecho, se vió una pizca empañada por el surgimiento de los Recontras, Recompas y finalmente, los Revueltos. Hoy vamos a hablar del cochino asterisco, pero vamos por partes, que paaaase el Principito…
Gana doña Violeta, la Resistencia se desarma
Después que Nicaragua le rempujó el puñal democrático hasta los más profundo de las tripas al Sandinismo, no hubo más remedio que empezar con el proceso de transición. El pueblo había hablado, no más “compañeros”, no más mentalidad de la guerra, queremos avanzar. Y cuando digo “pueblo”, no me refiero a esa entidad idealizada de la que hablan los políticos populistas. Esa que se ve y piensa toda igual. Homogénea y monolítica. No señor, a como afirmamos en el módulo anterior, sandinistas y no sandinistas votaron por la paz.
La Resistencia, que conocía la naturaleza poco democrática de los políticos del FSLN, no se desarmó hasta ver que los sandinistas y el nuevo gobierno firmaron un “Protocolo de Transición», muy avanzado el año 1990 (allá por finales de junio).
En esos acuerdos se hablaba de todo un proceso de desarme y reintegración a la sociedad de los desmovilizados, que se veía bello en papel. Así como del retorno de miles de nicaragüenses que habían buscado refugio en los países vecinos.Como bien dijo doña Violeta, era un semerendo nacatamal.
Pero el entusiasmo era cegador, como chavalo inexperto en su primer día de trabajo dijimos: ¡Que fue! ¡Quién dijo miedo!
Entonces comenzamos a hacer cuentas
En este Posgrado no vamos a ver muchas matemáticas. Más que todo porque aquí entre los dos con costo llegamos a la tabla del 2. Pero con ayuda de mi calculadora Sharp solar, les voy a enumerar lo que pasó en la década de los 90 que provocó el nacimiento de los rearmados.
Empezando por el número 3, la cantidad de megaproyectos que iniciamos simultáneamente como sociedad. En 1990 tratamos de convertir a Nicaragua en:
- Democracia
- Libre mercado
- Paz
Eso es como que vos decidas mañana dejar de ser derecho y hacerte zurdo. Dejar de hablar español y empezar a hablar solo inglés. Y dejar de ser mantenido, para pasar a costear tu extravagante estilo de vida. Todo eso, en una semana.
Obviamente no se pudo.
Otro cálculo que falló por una milésima, fue el de la cantidad de desarmados que iban a salir de la Resistencia. Al comienzo decían que 12 mil máximo iban a necesitar su respectivo paquete de «reincorporación a la sociedad». Al final se desmovilizaron más de 22 mil combatientes.
A estos, sumemos los desmovilizados del EPS y del MINT que vinieron en el 91, que también querían “ser incorporados a la sociedad”:
- 75 mil del EPS
- 5 mil del MINT
Si mi Sharp no me falla, ya con el ipegüe del MINT, la cuenta es de casi 100 mil desmovilizados.
La estafa de los Polos de Desarrollo
En aquellos acuerdos bellos de pacificación que firmaron el nuevo gobierno, los sandinistas y la Resistencia, se hablaba de unos “Polos de Desarrollo”, una especie de jardines del edén donde los desmovilizados de la Resistencia iban a poder asentarse con sus familias y vivir en paz para siempre. Llegaron al punto de delimitar las áreas dónde estos Polos de Desarrollo iban a estar ubicados. Obviamente no en Managua, ni el infierno mejor conocido como Chinandega.
Pero cuando llegaron los desmovilizados de la Resistencia a los primeros Polos de Desarrollo, se dieron cuenta que no había jardín del edén. Al contrario, era como estar en el área más árida y desolada de Tipitapa. Hasta Chinandega se ve guapa en comparación.
No hay muchos datos sobre cuántos desmovilizados lograron obtener tierras. Un documento que encontré, que puede ser cierto o no, dice que entre 1990 y 1994, apenas 17 mil lograron su paquete de incorporación a la sociedad. O sea que menos del 20%.
Víctimas de la guerra civil en Nicaragua: 4 millones
A los casi 100 mil desmovilizados, hay que sumar los afectados directos por la guerra civil de los años 80 (refugiados, desplazados, familiares de los desmovilizados). En total, estamos hablando de más de medio millón de nicas, considerados víctimas directas de la guerra.
Luego vienen los indirectos, o sea vos y yo, que no la pasamos tuani en los 80, pero que tampoco anduvimos en la mera runga. Mi Sharp ya se quedó sin carga, pero me atrevo a afirmar que son los 4 millones de nicaragüenses los que entran en ese paquete.
El gobierno montó ministerios, secretarías, proyectos, pero nada funcionó realmente. Al final el país se llevó a cómo se pudo, porque recuerden, mientras todo esto pasaba, ahí estaba Daniel Ortega “gobernando desde abajo”.
Recontras, Recompas y Revueltos
Ante la épica ineptitud del nuevo gobierno, algunos desmovilizados optaron por desenterrar las armas que habían guardado en el patio de la casa y volver al monte, como una forma “enérgica y contundente” de presión para que les cumplieran lo prometido.
Entre 1991 y 1999, en Nicaragua siempre hubo grupos de rearmados llamando a la guerra por el incumplimiento de los acuerdos. Al inicio, los que venían de la Resistencia fueron llamados “Recontras”…
Y los que venían del EPS, “Recompas”…
Luego, se comenzaron a mezclar unos con otros y fueron llamados “Revueltos”…
Para simplificar, les vamos a llamar “Rearmados”…
La genial estrategia de estos Rearmados era secuestrar, extorsionar y robar, principalmente en los lugares donde la guerra civil todavía estaba fresca en la memoria. El “operativo” más famoso de esta etapa fue en 1993, cuando un grupo de rearmados se tomó Estelí por varios días, bajo el mando de “Pedrito el hondureño”, un desmovilizado del EPS que como su comandante, quería gobernar desde abajo.
Mientras el gobierno de Nicaragua pregonaba vivir en paz, muchas regiones del país tuvieron que aprender a vivir en una inseguridad similar a la de la guerra civil de los 80.
Pero guerra, no era
Según cálculos (que obviamente no hice yo), se estima que entre rearme y rearme, en la década de los 90 participaron unos 20 mil hombres en total. Siendo 1993 el año más peludo. A partir de 1994 los operativos bajaron, hasta acabarse en 1999.
Se firmaron cientos de acuerdos y se cumplieron casi ninguno. Al final el gobierno dejó de sentarse a negociar y firmar con los rearmados. Porque si bien es cierto que los desmovilizados de la Resistencia (y del Ejército) tenían demandas legítimas contra la inoperancia del gobierno, estos rearmados nunca estuvieron interesados en la democracia, la paz o la libertad de Nicaragua.
Dicho de otra manera, nadie en Nicaragua considera esta etapa de rearmados, una continuación de la guerra civil de los 80. La gente vivía en inseguridad, es cierto. Pero las elecciones del 90 fueron un parteaguas en la mentalidad de la sociedad nicaragüense.
Las Redes Comunitarias, mucho antes de Facebook
Es más, en la Nicaragua de los 90 surgió un fenómeno que ha hecho posible el afianzamiento de la cultura de paz en la sociedad nicaragüense. Entre la necesidad y la inseguridad de la posguerra, muchas comunidades no tuvieron más remedio que reconciliarse.
Organizaciones sociales apoyaron este proceso de reconciliación en la base, en la localidad, con la participación de desmovilizados de ambos bandos. Surgieron las famosas “redes de promotores de paz” que trabajaban de manera voluntaria y desinteresada, promoviendo una cultura de paz, ciudadanía y mediación de conflictos. Empezó el boom de las capacitaciones sobre resolución pacífica de conflictos y derechos humanos. Muchos de los que participaron en estas redes, se convirtieron luego en facilitadores judiciales.
Paralelo a lo que pasaba en Managua, o en la Asamblea con los políticos, en las comunidades, donde más duro había pegado la guerra, la gente se estaba entendiendo, colaborando y reconstruyendo la confianza. Se dieron cuenta que tenían más en común entre ellos, que con los comandantes del sandinismo o de la Resistencia.
Nos inculcaron que ellos eran comunistas y a ellos les enseñaron que nosotros éramos contrarrevolucionarios, y ninguna de las dos cosas era verdad.
Carlos García, presidente de la Fundación de Ex Combatientes de Guerra, que agrupó a ex miembros del EPS, del MINT y de la RN, 1990
Conclusiones del Módulo 3
A pesar de todos los esfuerzos (y vaya que fueron muchos), los rearmados no lograron detener el proceso de paz que Nicaragua empezó en 1990 con las elecciones.
Es increíble que con un proceso de pacificación tan imperfecto, no hayamos caído en los vicios del pasado, tomando en cuenta nuestra supuesta naturaleza de guerreristas indómitos. Pero al contrario, mantuvimos la paz y hasta la fortalecimos.
Ustedes díganme, qué es más una señal de Cultura de Paz ¿Ser pacíficos en la paz absoluta de Costa Rica (por ejemplo), o aguantarse a los rearmados por 10 años en los 90 y mantenerse en paz?
PD: Comisión de la verdad
Vale la pena mencionar, aunque sea como apéndice de este módulo, la gran falta que hizo una comisión de la verdad después de la guerra civil de los 80. Ahí los nicas fallamos de todas, todas.
La explicación de por qué no hubo es de sobra conocida, pero tal vez estamos a tiempo para reparar este error más adelante. Nos vemos en la próxima entrega de su posgrado Nicaragua Paz y Guerra.
Aquí la versión en video de este módulo 3:
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