Cuando se trata de los rusos, Daniel «El Masacrador de niños» Ortega es como esos ex-novios curtidos que se niegan a dejar ir «al amor de su vida». Ya sabes, el típico maje que ya perdió toda la dignidad, y que cada vez que lo invitas a salir (para que se distraiga), dice que no, porque ahora sí lo va a llamar la ex para volver. Ese es Masacrín cuando se trata de Putin y Rusia.
A las pruebas me remito. Desde que volvió al poder, Ortega ha hecho de todo para caer en gracia con Putin. Y aquel, que es ave de alto vuelo, ni de su nombre se acuerda. Eso sí, cada vez que puede, le rempuja cualquier baratija de fantasía de esas que producen en Rusia, a precio de «original americano».
Los buses rusos, que comienzan a deshacerse a los 5 años, han sido negocio redondo para Putin. Para Nicaragua, no tanto. Han cobrado más vidas que el mismo COVID (si usamos los datos que dice el viejito mentiroso del MINSA).
Los tanques rusos, otro negocio redondo. Los vendieron como que fueran supersónicos, y es la chatarra que les sobró de la Guerra Fría, cuando todavía se usaban tanques.
Es tan bruto Daniel Ortega, es tanta su desesperación por que lo note Putin, que no se puso a pensar que los tanques ya ni se usan.
El negocio de las vacunas rusas
El último gran negocio que ha hecho Putin con nuestros reales es el de las Sputnik V, la vacuna misteriosa que crearon los rusos contra el COVID 19. Es misteriosa, porque por detallitos sin importancia que no vale la pena mencionar, la OMS no ha podido inspeccionar su producción. Siempre que están a punto de empezar el proceso, algo pasa y ya no se puede. Es como aquel caso rarísimo que se dio en Rusia, cuando los médicos que denunciaban al gobierno por no estar tomando las medidas necesarias para tratar la crisis del COVID, se tiraban de un quinto piso y dejaban la ventana cerrada.
Mientras España, India, Estados Unidos, en fin, todo mundo nos manda las vacunas gratis, Putin nos revienta con su vacuna pirata. Todo por las urgencias sentimentales de Daniel Ortega.
Masacrín y la Vieja Arrimada tienen como 2 meses de estar haciéndose los sufridos cada vez que salen en televisión, plan reproche exigen que los países ricos le regalen a los pobres las vacunas. Pero cuando se trata de Rusia, ahí sí, paguemos reales que no tenemos.
Y parece que esa necesidad de amor ruso se hereda, porque hoy, en el pozo séptico que es el 19 Digital, encontramos esta noticia:
La Delegación nicaragüense la componen los Compañeros Laureano Ortega Murillo, Asesor Presidencial para las Inversiones, el Comercio y la Cooperación Internacional; Daniel Edmundo Ortega Murillo, en representación de los medios del Poder Ciudadano; Alma Nubia Baltodano, Magistrada del Consejo Supremo Electoral, y Alba Torres Embajadora de Nicaragua en Rusia.
El 19 Digital, 16 de septiembre
El 50% de esa delegación es apellido Ortega Murillo.
¿Cuál nepotismo? Es el Reino Batracio, ellos nacieron para ser principes.
Además de pagar, hay que ir hasta Rusia a rogar que te las manden
Suave ¿Cómo es eso?
Broder, si te la están vendiendo, vos pagas y te tienen que entregar el producto sí o sí, no tenes que ir hasta allá a garantizar nada. ¿O es que encima de que las estamos pagando, los majes se hacen los locos con la entrega? No me extrañaría, por algo a eso se le llama «hacerse el ruso».
Así de insignificante es Daniel Ortega en la vida de Putin. Y así es la «Cooperación» rusa para Nicaragua. En vez de ayudarnos a salir del hoyo, siempre salimos más palmados.
Manuel, ese delirio del «insepulto» por querer escupir en rueda con los pesos pesados, es un complejo de vieja data. Basta recordar en los ochenta, que creyéndose predestinado a ello, seguramente eran frecuentes sus sueños húmedos, al imaginarse reunido y de pierna cruzada con François Mitterrand, Margaret Thatcher, Mijail Gorbachov y Ronald Reagan; sin darse cuenta que una iguana mierdera, (no soy yo, así les dicen a esos animalitos), jamás podrá volar por mucho que agite las patas.
muy bien, sigue adelante con tus reportajes, acertado por cierto.