La vocación puede ser una maldición. Hay profesiones que conducen por un camino azaroso, lleno de peligros y/o privaciones. Por ejemplo, antes, las madres nicaragüenses sufrían cuando los hijos les decían que se querían hacer policías y soldados. Las doñitas maldecían el día en que les habían comprado aquel balde de soldaditos plásticos, o las pistolas de agua que habrían inspirado a junior a buscar las armas.
En la Segunda Era de Masacrín, cuando el niño te dice que quiere ser policía o militar, lo que les da a las madres es vergüenza. Decíme, que madre ve esta foto y dice, «¡Sí, quiero que mi hijo sea como esos majes!»
El trabajo menos peligroso
Pero claro…en Nicaragua estamos en el mundo al revés. Lo que en un país normal sería una profesión peligrosa, aquí es uno de los pegues más sopa.
Por ejemplo, los narcos son el azote de las fuerzas públicas en todos los países en la ruta del narcotráfico. Excepto en Nicaragua. Aquí solo dejan las camionetas «abandonadas» repletas de billetes, o el solitario chofer que las lleva es detenido sin ofrecer resistencia en un oportuno retén.
En el lado del ejército, Julio César Avilés – «El Chele Analfabeto»™®© Bacanalnica – le ayudó a Ortega a desmantelar la línea de sucesión, acabando con casi tres décadas de profesionalización de la institución. Estás tan libre de peligro como soldado, que el ejército se quedo «acuartelado», mientras paramilitares y francotiradores aterrorizaban a la población civil durante las protestas del 2018.
Claro, esos paramilitares no se entrenaron o armaron solos, pero desenredar esa madeja queda de tarea pendiente para los historiadores.
El peligro de ser matemático
Lo que ahora llena de terror el corazón de las madres, es ver que el niño es bueno con los números. Es ahí cuando la señora siente un vacío helado en el estómago, mientras en su mente se forman las palabras que dicen…»¡Se me va a hacer contador!»
Es que las matemáticas no mienten. Vos podes torcer las palabras para que digan lo que vos querrás, incluso, que contradigan la realidad más concreta. Por ejemplo, todos los días de semana, la Vieja Arrimada da una triste exhibición de esa capacidad.
¿Pero los números? Esos no perdonan.
Por ejemplo, la Compañera puede recetarle plomo a la gente y decir que es «amor». Pero 2+2 son cuatro, y segurián siéndolo, aquí y en cualquier país del mundo.
Profesión: ¡Peligro!
¡Acérquense, niños, que el abuelito Bacanalnica les contará una historia!
Cuando era niño, en los 80, la revolución sandinista ya tenía sus dobles estándares bien desarrollados. Así como el canal 8 entrega sacos de reales (ajenos) para comprar series y películas hechas en Hollywood, el Sistema Sandinista de Televisión (SSTV) transmitía un montón de series gringas.
Una de mis favoritas era «Profesión: Peligro» (The Fall Guy). Lee Majors hacía el papel de Colt Seavers, un doble de películas que también trabajaba como cazador de recompensas. O algo así.
Pues bien, si alguien hiciera un «remake» en Nicaragua, o un «reload», o como sea que le llamen ahora a las nuevas versiones de algo…pues, Colt Seavers sería contador.
La calculadora es más peligrosa que la pistola
No hay nada más peligroso que saber de números. Para muestra, un botón. O más bien, dos.
Marcos Fletes y Walter Gómez fueron, respectivamente, contador y financiero de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro. Digo «fueron», porque la Fundación cerró efectivamente antes de que entrara en vigencia la Ley de Agentes Extranjeros. El adefesio jurídico fue promulgado por la Chanchera para hacer virtualmente imposible el funcionamiento de Organismos No Gubernamentales que recibían fondos de otros paises para implementar programas de asistencia en Nicaragua.
¡Bueno! Cerraron. Misión cumplida, Masacrín. Andate tranquilo a tu casa. Perdón, digo…a la casa de Jaime Morales Carazo.
¡Activen la escalada represiva!
Pero no contentos con crear las condiciones para que las ONG cerraran sus puertas, la dictadura desató una cacería de brujas para acabar con cualquier competencia política. Tratando de armar un absurdo caso por lavado de dinero en contra de la Fundación, y por ende, Cristiana Chamorro, detuvieron a Fletes y Gomez. Porque ellos, en 5 minutos podrían destruir el caso de lavado de dinero que con tanto esmero impulsa la Fiscalía. Usando una magia que a los Ortega Murillo les produce miedo: matemáticas.
Según la ley – que por cierto, es un adefesio legal que será estudiado a posteridad por su ridiculez e ilegalidad- la Policía puede mantener en detención a las personas por 90 días, mientras «investiga». Claro, aquí van más allá del «deber», y no dejan que los detenidos tengan acceso a sus abogados, visitas familiares, alimentos…¡ni siquiera le confirman a la gente donde están detenidos!
Por eso, los medios dicen que estas personas están «secuestradas» y no «detenidas». Porque no se cumplen las condiciones básicas y humanitarias de una detención policial.
Se vence el plazo
En un artículo anterior, dije errónemanete que Cristiana Chamorro sería la primera secuestrada que llegaría al plazo de 90 días. Me equivoqué. Son sus antiguos colaboradores los que llegaran primero. Ellos fueron detenidos el 28 de mayo. Cristiana el 2 de junio.
El sábado 28 de agosto se cumplen los 90 días. Por fuerza, tendremos indicios de lo que pasará con los otros 32 presos políticos que han venido cayendo estos últimos meses. Pueden pasar una de tres cosas:
Primero, Gómez y Fletes son liberados, y todos los sapitos manga chinga hacen como que aquí no paso nada.
La segunda opción, es que la fiscalía presente cargos criminales en contra de ellos, y los mantenga detenidos durante el juicio.
Y la tercera, es que no pase absolutamente nada. Que no digan nada. Que mantengan la incertidumbre, infundiendo más zozobra en sus familias. Y más ilegalidad en el actuar de las «autoridades».
Bienvenidos al Reino Batracio, donde las leyes, la física, las matemáticas y el sentido común, se estrellan contra la pared de sumisión total a los caprichos de dos orates empeñados en mandar a como de lugar. Porque simplemente, no saben hacer otra cosa.
Si tan solo tuvieran un pasatiempo…Nos hubieramos ahorrado tantos problemas, si al ver a Ortega y Murillo, Carlos Fonseca hubiera dicho «¡Y también enséñenles a tejer!»
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