Si todavía tenías alguna ilusión sobre las elecciones, la dictadura aprovechó Septiembre para echarle tierra a tus vanas esperanzas. Dos de los príncipes Ortega Murillo fueron en viaje de campo a la Madre Patria.
No, no fueron a La Libertad, Chontales, de donde es originario Daniel Ortega.
Fueron a Rusia, como observadores de las elecciones legislativas.
Vos sabes, para aprender de ese ejercicio democrático…
¿Roberto José también fue?
Creo que no, pero pareciera que sí.
El día de las votaciones, este domingo 19 de Septiembre, las encuestas de boca de urna revelaban que la oposición proyectaba alguna ventaja sobre el oficialista Rusia Unida. La ventaja desapareció al presentarse resultados preliminares oficiales, gracias a una oportuna avalancha de votos en línea.
¿Cómo se dirá «conveniente» en ruso?
El primo Vladimir tiene rato de estarle dando lecciones a Ortega. En el 2008, terminó su segundo período como presidente. Como la constitución le prohibía reelegirse para un tercer período, cedió la presidencia a su pofi, Dmitry Medvedev…y al día siguiente, apareció como Primer Ministro.
Después, reformó la constitución para poder seguir siendo presidente, se reeligió bajo acusaciones de fraude una y otra vez. Eventualmente, la oposición encontró un candidato carismático e implacable, capaz de desafiar al veterano agente de la KGB. Alexei Navalny prometía ser el futuro de Rusia. Hasta artista de cine, parece el maje…
Y entonces, «alguien» lo trató de matar. Envenenaron al hombre con Novichock, un arma química. En una trama que no estaría fuera de lugar en una película, le administraron el veneno durante un vuelo comercial, con vistas a retrasar su acceso a atención médica e incrementar las posibilidades de muerte. Logró llegar a tiempo a un hospital, y eventualmente fue evacuado a Francia.
Navalny sobrevivió, e insistió en oponerse a Putin. Regresó a Rusia para lanzar su candidatura, pero fue secuestrado por el régimen bajo supuestos cargos criminales. Ahora, es un prisionero político.
No muy distinto a los más de 150 que tenemos en Nicaragua.
El mágico tour totalitario 2021
En realidad, parece que Putin y Masacrín están taco a taco. El manual de tirano se lo tienen al dedillo. La única diferencia es el tamaño del feudo que controlan, y la magnitud de la riqueza. Ortega es el gemelo pobre. Y feo. Tal vez por eso es que Putin no lo determina.
Más que ir a aprender, los Ortega-Murillo y sus lacayos fueron a Rusia a intercambiar experiencias. Y Laureano, por lo menos, a lucir su nueva peluca. O lo que sea que está pasando sobre su cabeza. Esa espesa tapa-pelones me recordó a alguien, pero no sé a quién. Después de hurgar en el laberinto de la memoria, encontré al modelo que inspira su proyecto de recuperación capilar.
Le faltan algunas sesiones de injertos, pero ya va que quiere. Ahí esta, pues. Laureano tiene el pelo de Eddie Munster. Ahora, esa imagen nunca podrá abandonar sus mentes
A falta de cosas importantes que hacer, Laureano y su hermano Juan Carlos II – o como sea que se llama ese maje, todos se parecen – hicieron lo que hace todo turista sofisticado: se tomaron fotos con los adornos en los salones de espera.
Pero es comprensible. No todos los días uno va en peregrinaje a la cuna de personajes que marcaron tu vida de una manera profunda…¡Stalin! ¡Vladimir!
No, Stalin Vladimir. Lo siento. No es con vos.
Los descendientes de Masacrín y Masacrina andaban rindiendo culto a Joseph Stalin y Vladimir Ilyich Ulianov, mejor conocido como Lenin.
No sé que pensaría el padre del comunismo ateo, de una dinastía familiar con discurso teocrático, pero los Ortega-Murillo no tienen el gen que permite detectar contradicciones históricas. Basta con escuchar los discursos de Papá y Mamá.
La imagen más impactante del tour – y la que seguramente más risa le dio al guía – fue este encuentro con un busto de Joseph Stalin.
Puro kitsch soviético.
Los hermanos flanquean el busto y levantan el puño en señal de victoria. Imagino que se identifican con el siniestro personaje. Stalin fue Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética por tres décadas. Ya saben de dónde le vienen a los progenitores el gusto por enquistarse en el poder y usar títulos rimbombantes.
En ninguna placa junto a esos cuadros y monumentos encontrará referencia alguna a los conflictos entre Lenin y Stalin, con el ideólogo desmarcándose de las tendencias autoritarias de su compañero. Vladimir Ilyich era comunista, pero no pendejo. Eventualmente, le vio las rayas al tigre, pero ya era muy tarde como para hacer algo. Murió en 1924, y Stalin quedó con el camino despejado para convertirse en el equivalente comunista de un zar: un gobernante con poder absoluto.
Celebrar a Stalin también significa celebrar la brutalidad de su ejercicio del poder. Los historiadores lo responsabilizan por millones de muertes, víctimas de represión política y hambruna. Cualquier parecido con nuestros flagelo local no es coincidencia. La única diferencia es de escala. El país es más chiquito, y hay menos gente…pero vaya que el estilo sí es el mismo. Es como que estudiaron el mismo manual para ser dictado (o vieron el video en Netflix).
Lecciones para los hijos de la tiranía
La historia del abuelito Joseph puede ser aleccionadora para los que crecen a la sombra de los tiranos.
Svetlana Alliluyeva fue la hija predilecta de Stalin. Su padre la hizo profundamente infeliz, controlando todos los aspectos de su vida. Tras su muerte, el sistema soviético siguió utilizándola como símbolo. Al menos, hasta 1967, cuando desertó a los Estados Unidos, y denunció la brutalidad del régimen de su padre.
En 1984 regresó a la Unión Soviética pidiendo el equivalente ruso de «cacao» y renegando del «mundo libre», pero rápido se dio cuenta que si bien la democracia no era perfecta, es mejor que el totalitarismo. Incluso si tu papá fue uno de sus pilares. Dos años más tarde, desertó por segunda vez a los Estados Unidos. Murió en Wisconsin, en el 2011.
Sí. La hija de Stalin murió a la sombra de los Cerveceros de Milwaukee.
Seguro que los juniors no vieron estatuas de Svetlana en su tour. Pero su historia les puede dar un atisbo de esperanza. No importan las sanciones de hoy….quizás algún día sí puedan ir al Imperio. ¡Y hasta podrán ir a Disneylandia!
Ustedes y yo sabemos que quieren ir. Ellos también, aunque no lo admitan.
Extra: el cine-club del Tio JC
Les voy a recomendar dos películas que ponen en evidencia lo que estos personajes celebran con esas fotos de turista ideológico. No, no son de Marvel. Y los cines de Managua se vuelven iglesias evangélicas antes de programarlas. Búsquenlas como puedan.
«Khrustalyov, Mashinu!» (Aleksei German, 1998) sigue las desventuras de un médico militar de alto rango que cae en desgracia durante una de las últimas purgas estalinistas. Es el tipo de comedia negra que quiere hacerte daño. Barroca, violenta y brutal. Si tienen el estómago para aguantarla, es una película sublime.
El título «¡Khrustalyov, mi carro!» es la exclamación acreditada a Lavrentiy Pavlovich Beria, jefe de la Seguridad del Estado, cuando le dijeron que Stalin había muerto. Necesitaba salir en carrera para apresurar la transición del poder…algo así como lo que le pasó al maje que fue a meter a Chávez en una mantenedora por dos meses, para aplanarle el camino a Maduro.
Ya antes les había recomendado «The Death of Stalin» (Armando Iannucci, 2017), pero nunca está de más volver a hacerlo. La comedia retrata las maniobras del círculo íntimo de Stalin tratando de preservar su poder y status ante la muerte del caudillo. Andrea Riseborough interpreta a una versión cómica de Svetlana Alliluyeva. La última vez que chequee, estaba disponible en Netflix.
Lindas películas.
Si tienen que hacerle un regalo de navidad a cualquier miembro de la dictadura o sus allegados…¡ya saben que darles!
Juan Carlos no fue a Francia, que llevaron a Navalny, fue a Alemania; por lo demás el artículo estuvo bueno.