En uno de los festivales internacionales de teatro del Justo Rufino Garay fue la primera vez que vi una muestra de este tipo de danza-teatro japonesa. Desde entonces he intentado saber más sobre el mismo y encontrar en Nicaragua alguien que la practique, pero me ha sido imposible.
El Butoh fue presentado por primera vez en 1959 en la obra homo erótica Kinjiki (Colores Prohibidos) del teatrista Tatsumi Hijikata (1928-1986). Posteriormente sería sistematizada por Kazuo Ohno (1906), quien lo define como un arte con el propósito de recobrar los movimientos del cuerpo primigenio o «el cuerpo que nos ha sido robado».
En estos días de zozobra del pueblo japonés deseo recordar la inspiración grotesca que motivo los origines de esta danza. Una danza inspirada en las escenas de las víctimas tras el bombardeo nuclear en Hiroshima y Nagasaki, donde con el correr del tiempo, las imágenes de algunos sobrevivientes que caminaban desorientados con sus cuerpos quemados, producían asco y repulsión entre los japoneses. Así nació el Butoh, la danza hacia la oscuridad. (Sigue en leer más.)
Mis pensamientos en estos momentos están con el pueblo nipón, luego que el viernes pasado fuesen víctima de Tsunami y un Terremo de 8.9. Pero su mayor amenaza aún no concluye tras las reiteradas explosiones de reactores nucleares a tan sólo 240 kilómetros de a su capital.
Cualquiera que sea nuestro credo, deseemos que las penumbras de Japón logren superarse de la mejor manera. Nadie merita estar expuesto a una de las más letales invenciones humanas, mucho menos el único pueblo que ya lo ha experimentado en carne propia en condición de guerra. Esperemos que esto no se repita.
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